Todas las historias tienen su propia vida secreta, independiente de su escenario, y El perro de la Polaroid es una historia sobre cámaras y fotografías. Mi mujer, Tabitha, se interesó por la fotografía, descubrió que se le daba bien y empezó a dedicarse a ella de forma seria, mediante el estudio, la experimentación y práctica, práctica y más práctica. En el transcurso de sus experimentos, mi mujer se hizo con una cámara Polaroid, una cámara sencilla y accesible incluso para un bobo como yo. Esta cámara me fascinó. Había visto y utilizado Polaroids antes, por supuesto, pero nunca había pensado mucho en ellas, ni había mirado de cerca las imágenes que producen estas cámaras. Cuanto más pensaba en ellas, más extrañas me parecían. Al fin y al cabo, no son solo imágenes, sino momentos de tiempo… y tienen algo muy peculiar. Esta historia surgió casi de golpe una noche del verano de 1987, pero la reflexión que la hizo posible se prolongó durante casi un año.